sábado, 13 de agosto de 2011

¿A quién engaño?

No me molesta, aunque me lo repita en voz callada mil veces para hacerme creer que sí. La realidad es que siempre quise que el tercio de mis sueños tuviera dueño. Lo que sí me repetiré tres mil veces si es necesario es que aquella noche yo no tenía el vestido más horrible de todo el tendido ¿o sí?.

Escucha el tercio de los sueños para que brindes por lo que tengas qué brindar

Así paramos el mundo


Si de algo me he de declarar adicta es de la saudade, guardo muchas y las uso de vuelta, algunas más que otras pero siempre con devoción casi religiosa. Pero no todo ha de ser melancolía, también colecciono recuerdos más luminosos, más amorosos, de estos siempre tengo historias qué contar pero nunca las cuento completas, digo los detalles, digo la emoción, pero me callo los fragmentos más valiosos, los más pequeños –“tan simple como intentar atorar mi mano en tu cabello”- preferible guardarlos y cuando digo guardar quiero decir esconder (hasta de mí), como cuando guardas un billete dentro de un libro, o una hoja de ceiba dentro de un cuaderno viejo o un boleto de metro de quién sabe qué ciudad dentro de una billetera en desuso.

Así, escondidos he dejado tus ojos y la premura adolescente que nos regalamos en la ciudad donde la primavera sabe que le espero, he de olvidarlos para encontrarlos de nuevo, he de esconderlos para que la sorpresa sea tan inmediata como la lluvia de ciudad.

Quiero decir, yo también tengo mis Monelle.

Nosédónde, Madrid, España. 2011

viernes, 5 de agosto de 2011

Mi Lisboa re-visitada


El monasterio dos Jerónimos es hermoso, suntuoso pero ligero, hay viento que juega en las esquinas y que te refresca del calor que a ratos quema en Lisboa, tiene también una fuente sencilla y necesaria al centro, que puede perderte en ella por horas. Sin duda es el mausoleo perfecto para descansar como en aquél entrañable poema del viejo Sabines que dictaba:

Habría que tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.

Disfrutaba de todo esto pero seguía sin encontrar a Fernando había ya visto muchas de las cosas donde pensaba encontrarlo y ni si quiera su fantasma aparecía, estaba frente a su tumba y aún así me maravillaba más el lugar que la atracción silente que provocan las tumbas, luego volteé a la derecha, al centro del monasterio, donde estaba la fuente, más viva que todos los que andábamos ahí, y llegaron a beber tres gaviotas, volaron rápido y volaron sobre mí, era él y aunque no lo encontré, al menos lo vi, entonces pude escribir:




Aqui estou eu, Fernando, perto de seu corpo, seu corpo que não é mais nada, seu corpo que deu nada na vida, a nada que é tudo o que contém o aberto.

Aqui estou eu, Fernando, e também Alberto, Ricardo e Álvaro, mas não posso ver Soares, não posso encontrá-le ainda.

Aqui estou eu, e são também os pássaros, gaivotas, três ou mais, sei que é você que veio pra me. (17.05.2011)




Lisboa es bello y las palabras se me caen cuando quiero describir toda la belleza que encontré. Allá fui gente tonta, fui feliz, fui tan tonta y feliz que comí junto al Patrón Vásques, ya no es contador como en el Livro do desassossego, ahora es dueño de su pequeño restaurante de cocina tradicional muy cerca –também- de la Basílica da estrela. Vásques cocinó sólo para nosotros, era hora de cerrar, la hora de la siesta, pero se la voló sólo para alimentarnos, yo era la traductora, mi portuñol era patético pero funcional, comí Iscas á portuguesa, lo más tradicional, “o melhor” dijo el Patrón, resultó ser hígado de puerco, y resulta que a mí, ni el hígado, ni el puerco, pero este señor era tan sonriente y amable que como pude me terminé al menos la mitad del platillo:

Vásques- não gostou, nah?
Eu- muito, muito, mas é bastante, eu não posso comer mais.

Él sonrió sabiendo que yo mentía pero al final me dio las gracias con complicidad… ¡qué maravilloso mi Patrón Vasques!, de las personas que más atesoraré del Lisbon de la estrela.


Me despedí de está ciudad con una lluvia oblicua -tenía que ser así-, no pude volver a la Praça do Comércio a la mañana siguiente como lo tenía planeado y eso pesó mucho, pero hay que decir que barrio alto de noche fue mágico. Guardo junto de muchas palabras para Lisboa un ticket del café A brasileira y también un sobre de azúcar que no planeo abrir pronto, lo demás ya se los iré contando o quizá no.