A Ruth,
para que mis dedos rotos no oxiden su recuerdo
Había olvidado tus ojos, recordarlos paralizó mis músculos.
Tu mirada me rebasa y hace péndulo mi memoria en esta ciudad humedecida. No entiendo como esta noche los árboles se manchan pero tu rostro llega limpio soplando mi oído, y contigo de frente, casi tangible no alcanzo a comprender mi atrevimiento inocente de olvidar tus ojos junto con aquella mañana en la playa donde no te importó que el sol quemara la piel que ya no era tuya, la misma que habías dejado colgada mucho antes de morir.
Había olvidado también toda la fuerza que puede tener una mujer de manos pequeñas.