Algo pasaría, eran casi las once y la cortina estaba abajo, con su “truper” extendido y la tela de alambre sin jaulas y mangueras colgadas, era un buen augurio. El tipo de la ferretería se quedó dormido, abrió su negocio pasado de medio día, cuando ella se lo topó en la tienda él iba a comprar su medio litro de cocacola en envase de vidrio, con unas ojeras insoportables, dijo “buenos días” y ya eran casi las dos, la tendera sonrió y le corrigió “buenas tardes ya…”, él sólo extendió su mano izquierda con el envase vacío y comenzó a contar las monedas en la otra mano.
Más tarde el asunto del ferretero desvelado se le voló de la cabeza, luego sin esperar el evento fortuito destinado para ella, hizo bailar un trompo por primera vez.