martes, 22 de marzo de 2011

De apariciones y credos


Yo sí creo en dios, con o sin mayúscula al principio, tanto creo en él como creo en los milagros, y cuando hablo de los milagros me refiero a todo tipo: desde encontrar dinero en un libro o un pantalón viejo hasta curarte de cáncer terminal o al menos en medio de esta enfermedad entender que el sosiego no está en la salud. Creo por lo tanto en los fantasmas y en los demonios. Creo todo esto tanto como para prender una vela cuando escucho que una puerta se azotó sin razón alguna – la vieja historia que el viento la movió no me la trago-, también creo que la mayoría de las veces ni las velas, ni el copal, ni las oraciones dirigidas funcionan, todo es cuestión de entender que los que amaste y se fueron son energía evolucionada y parte de esa energía está en ti, por lo tanto sé que los demonios también son energía mal conducida, pero como creo en esto tanto como en aquello prendo una vela, a veces no.

Como sea creo en eso y creo en lo otro. Creo en la ambigüedad tanto como creo en la certidumbre, por eso es que también creo en la poesía.

Creo, por ejemplo, que el zorzal que ha hecho del desagüe de mi patio su altar, acomodado justo enfrente de la ventana del estudio donde me siento a trabajar, es el mismo Pessoa, creo que es él y lo creo tanto que no me sorprende, sólo le sonrío y sigo citándolo en mi tesis.

Es con toda esta fe ramificada que he construido mi doctrina y con ella me he hecho de liturgias propias, soy la deísta más atea que conozco, la más agradecida y la más renegada.


La canción para el zorzal: