Espera el hombre a dejar de tener miedo, prefiere la muerte, se condena a la espera, la condena a ella que lo único que busca es comenzar a vivir. Más vale esperar a que el ministro no llegue, a que llegue la muerte.
Las tormentas también florecen en primavera. No hay suficiente luz para desaparecer el profundo contenedor de pesares que olvidaste aquí. Son cuatro años esperando una respuesta, cuatro años que abrazan veinte, que tragan veinte, que cargan veinte años junto de tus manos.
Me han dicho que hay poco de qué preocuparse porque las jacarandas ya están gritando, lo que no saben es que volviste para taparme los oídos. Necesito escuchar, ser libre, necesito que seas tú el que vomite el grito de las flores.
¿Hasta dónde necesitas que cargue tu miedo? ¿Cuántos años más, cuántos dedos mutilados, cuántas crisis cuchillo en mano, cuántas vidas, cuántas muertes, cuántos besos marchitos, cuántos úteros secos? Dime cuántos y dímelo ya.
El desasosiego como abrigo del alma.
En la primavera no debe uno de abrigarse.