Me
gusta sentir cómo dejo de quererte
sorprender
a mi mente lejísimos de tu sonrisa
y tu oreja izquierda,
luego
me ocupo en eso y la fiebre sube
un
diminuto síntoma que se aferra a reconstruir tus ojos viajeros,
los
besos guardados,
mis
palabras colgadas.
.
.
Pero
me gusta tanto dejar de quererte,
entonces
uso mis ojos para mirarme como quería que me miraras,
soy
hermosa:
y estoy
libre.