miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cierren puertas y ventanas


Las hojas amontonadas junto a la banqueta siguen ahí, arriscadas y pegadas al pavimento por la sangre seca de la mujer que murió de un balazo en la cabeza hace siete días mientras regresaba a su casa de la mano de su hijo. La otra mancha de sangre, la que quedó más a la calle, la que se veía claramente desde mi balcón, la que marcaba el lugar donde cayó, esa ya no está, al menos ya no es roja, en su lugar queda otra marca más grande echa con cal por alguien que quiso limpiar y no pudo pero se conformó pintando lo rojo de blanco.  

Lo que me preocupa son las hojas y que nadie se de cuenta que es sangre lo que las detiene, pasa agua por encima de ellas y siguen ahí, hace viento y ni una se levanta,  todos hacen como si no supieran la razón de que ese montón de hojas antes amarillas ahora marrón continúen ahí, como esperando algo, esperando la justicia quizá.

Me cuesta creer hasta en el fin del mundo cuando un ex esposo manda matar a su ex mujer de un balazo en la cabeza, la razón, dicen, una demanda por deber la pensión alimenticia, si yo fuera dios ni si quiera me molestaría en acabar con este podrido lugar, somos más aterradores que los mismos jinetes del apocalipsis o que las bestias que marcan la frente de los pecadores.

Cuando escogí el cuarto del balcón pensé que quizá me serviría haberme aprendido de memoria “Romeo, Romero, porqué os llamais Romeo, renuncia de tu padre y de tu nombre y yo me dejaré de ser por Capuleto” lo cierto es que los únicos que han llegado a mi balcón son los juglares del “metro” encargados de traer las malas nuevas a las colonias de Guadalajara, los muy hijos de puta duraron dos días taladrándome la cabeza con una tonadita que rezaba “asesinan a maestra de una balazo en la cabeza aquí en la colonia, iba con su hijo, dicen que es un crimen pasional, todos los detalles aquí, vea la foto”.

A penas pasó una semana y la gente ya no habla del asesinato de la vecina, si lo hacen, lo cuentan ya como leyenda “dicen que le dijo a su hijo después de recibir una llamada al celular `pase lo que pase, no olvides que te amo´ sabía que venían por ella” de pronto los detalles del evento se esfuman y los comentarios se reducen a “pobre niño”.

Parece que a todos acá se les va a olvidar lo que pasó, al principio todos la conocían, todos eran sus amigos, el vecino del departamento uno estuvo en su último suspiro, los cristianos que también rentan en este edificio han hecho cadenas de oración por el hijo de la occisa, lo que no entiendo es porqué nadie va a limpiar las jodidas hojas secas, qué culpa tienen ellas de quedarse ahí tan intactas, a esta altura ya deberían ser polvo y sin embargo las hemos condenado a un embalsamiento dramático y aterrador, se ven desde mi balcón y parece que me miran, estos siete días que llevo vigilándolas no han llegado a rebelarse pero siento que en cualquier momento me van a exigir que las rescate, por eso siempre cierro la cortina a tiempo, cierro también la ventana porque entra mucho polvo y de vez en vez entran balas perdidas y sangre ajena, por eso han de cerrar todos los vecinos sus ventanas, no es por indiferencia es porque quizá quieren mantener limpio lo que creen que es su lugar. 

3 comentarios:

Wendy Piede Bello dijo...

Solamente tengo un elocuente y chilango: chale.

Mexitli López dijo...

Llevar en nuestro corazón el corazón de nuestros muertos es inevitable. Pero llevar la memoria de la muerte de aquellos que nada nos llamaban, en tiempos en que se premia el olvido, es valentía y arrojo, es decidirse a ser un ser social y sensible completo. Decidir que quien murió injustamente ocupe un lugar vivo en tu memoria es entender que aunque no seamos familia estamos en el mismo barco, y es entender que este barco no lleva buen rumbo. Pero mientras haya personas que apuesten a la entereza de recordar lo que se nos pide olvidar con cortinas de humo y amarillismo, habrá una vela encendida con respeto y amor para aquellos a quienes las bestias han intentado despojar de su dignidad humana. Dejar que las palabras se arremolinen sobre los nombres de los caídos injustamente es encender una vela más en los corazones de quienes leemos este montón de hojas.

Patty dijo...

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