Así de pronto, un pensamiento lejano de
un escritor lejano toca mi puerta un sábado soleado y con una sola línea
reconstruye mis preguntas, deja inservibles mis reproches a la muerte, quiero
decir, los reproches a la vida de mi padre. Hay melodías que yacen en las
ventanas abiertas de otros, después de tanto llanto y tanto cuchillo en mano,
aprendí a pararme a escucharlas morir con oído atento, sonreír así como quien
nace de la muerte una y otra vez, una y otra vez.
“—Quisiera morir silenciosamente, sin
dejar una huella, como muere una música lejana en un oído inatento.” Epigramas Carlos
Díaz Dufoo hijo
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